domingo, noviembre 23, 2008

Carta de una madre preocupada

Una de mis alumnas de tercero llega un día y me explica la terrible historia de su tarde anterior. La historia está resumida en la siguiente carta que me mandó su madre:

"
Buenas Tardes!!

Profesor Darío

Cinthya comenzó el ejercicio que tenía de tarea, tuvo una duda y le pidió a su papá le explicara pero la confundió más.

Agradecería su comprención y que me hiciera favor de volverle a explicar.



Atte. Sra Asdf Qwerty
Firma

"


Cinthya me dijo que le preguntó a su papá una duda minúscula y éste se soltó explicándole algo que ella sabía que estaba mal. El papá entonces procedió a responder todos los ejercicios de la tarea. Ella, no atreviéndose a mandarlo a volar, simplemente se resignó. Me entregó la tarea y me dijo "creo que está todo mal... ahí me dice". Vi la tarea y efectivamente estaba todo mal, jaja.

Después me entregó la carta de la mamá y me reí muho. "Me la puedo quedar?" -pregunté. "Eh? Para qué?" -contestó. "Es que está muy graciosa". "Jajaja, ok, toda suya".

lunes, noviembre 10, 2008

Del propósito de las cosas.

En nuestro eterno afán de encontrarle un sentido a la vida hacemos muchas cosas. Tenemos metas, aspiraciones, planes, perros obesos, gatos llamados Luis y un gusto desmesurado por el mañana. Todo esto para llenar un vacío que se nos forma en el estómago el día en el que nos levantamos con la convicción de ser mejores.

Y es curioso que nos demos el lujo de llenar el vacío de hoy con la esperanza de que el vacío se habrá ido mañana, tan solo porque hoy tenemos esa esperanza. Y claro, la esperanza es algo bueno, y las cosas buenas nunca mueren, o algo menos eso dijo Andy Dufresne. Yo, por otro lado, sí morí. Conclusión: no debí ser bueno.

Pero eso de ser bueno es algo más allá de mi comprensión. A veces me siento sobre una calabaza y me pongo a pensar que podría ser yo la persona más estúpida del planeta entero, no comprendiendo un concepto tan sencillo como Ser Bueno. Pero no, el ser bueno no se puede separar de una utilidad ulterior de la vida. Sólo puedes ser bueno si existe un propósito en la vida hacia el cual puedas ser bueno. O malo. No puedes ser bueno ni malo a menos que conozcas el propósito de la vida y, curiosamente, mucha gente toma el ser bueno o malo como el propósito en la vida. Pero no, los eigenvalores no están disociados de los eigenvectores.

Dicen por ahí que el conocimiento no tiene utilidad sin un propósito, pero si la utilidad en sí es un propósito, esa frase se puede reescribir como "El conocimiento no tiene propósito sin un propósito". Y claro, un auto no puede volar si no puede volar, y para poder volar debe poder volar. Esto lo concluimos (muy a mi pesar) en la preparatoria y hasta la fecha, de nuevo muy a mi pesar, me sigue pareciendo un hecho inamovible de la vida, pero que no aporta nada ni al conocimiento sobre la vida ni al propósito de ésta.

Y entonces se divide a la vida en dos rubros: el conocimiento y el propósito. Supongamos que son ortogonales y forman la base de la vida misma. Sin conocimiento, sólo te puedes mover en el eje del propósito; sin propósito sólo te puedes mover en el eje del conocimiento. En cualquiera de los dos casos, existe una zona que está fuera de tu alcance. Debemos tener acceso tanto al conocimiento como al propósito para poder pasearnos felices por la vida. Aunque claro, pasearnos felices por la vida es un propósito y, por ello, todo se devuelve a lo mismo. Necesitamos propósito para tener propósito.

Cuál es, entonces, el propósito del propósito? Si estamos tan aferrados en encontrar el propósito de la vida, debemos preguntarnos qué haremos una vez que lo encontremos, en el supuesto de que suceda. Para qué lo queremos? Por qué queremos saber el propósito de la vida? Amor al conocimiento? Entonces, aún cuando se puede pensar que el propósito existe independiente del conocimiento -como muchas personas parecen pensar, el único propósito del propósito es el conocimiento. Quizá no el único, pero sí el último (as in ultimate). El conocimiento, por otro lado, no requiere del propósito. Prueba de ello es cualquier departamento de Teoría de Cuerdas en cualquier universidad. El conocimiento es la fracción que ya no se puede simplificar. Es aquéllo que no requiere de nada más para existir. Quizá es más como un número irracional que no se puede separar en partes más simples. Es lo más complicado, lo más incomprensible, es aquello que no se puede conocer. El conocimiento y el conocimiento del conocimiento son entes separados, a diferencia del propósito y el propósito del propósito. Quizá el conocimiento del conocimiento ni siquiera existe y a nadie le interesa. El conocimiento por sí solo es suficiente para existir; ni siquiera se requiere a sí mismo. Y que esto no sea confundido con aquéllo que se podría contestar con un "Para conocer hay que conocer", pues esa frase habla sobre el objeto a conocer y no sobre el conocimiento en sí.

Y de vuelta al asunto de la vida. El conocimiento y la vida son lo mismo. A lo largo de la vida no hacemos más que acumular conocimiento. Nada más sucede realmente. Y esto es algo que he estado masticando desde que estaba en la secundaria, quizá desde antes. Nosotros no vivimos en el presente. Vivir en el presente es tan absurdo como la idea de dos eventos evidentemente simultáneos en el régimen relativista. Lo único que ha sucedido en el mundo es lo que la gente puede recordar o lo que aún tiene efecto sobre el mundo. Sin embargo, lo que tiene efecto sobre el mundo debe poder ser discernible; si no, no sucedió jamás. Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie para escucharlo, realmente hizo un sonido? No. Si no hay nadie alrededor, el árbol ni siquiera existe. El hombre es la medida de todas las cosas (esta frase tiene una extensión tan amplia sobre nuestra vida cotidiana y sobre nuestra concepción de la probabilidad). Sin hombre, no hay vida. La mujer, obviamente, no cuenta. Si ningún hombre sabe que el árbol existe, entonces no existe.

La diferencia entre "no saber" y "no recordar" es etérea. Y con etérea me refiero a que es como el éter conceptualizado a finales del siglo XIX. Cómo sabes cuándo no recuerdas algo y cuándo no lo sabes? A veces, en los buenos casos, recuerdas que alguna vez lo supiste y la ambigüedad es inexistente. En otras ocasiones, ni siquiera tienes conocimiento de haber tenido conocimiento y es en estas ocasiones en las que no se puede decir la diferencia. En términos prácticos, claro, es totalmente irrelevante, pero en términos de idioteces nocturnas que escribo para no trabajar en las N cosas que tengo por hacer, es parte del tema central de la vida.

La vida está cosida a retazos de urgencias, disimulos y rutinas. Lo que no recordamos no sucedió en nuestro mundo y la existencia del mundo de los demás es algo de lo que no estoy muy convencido todavía. A final de cuentas, ojos que no ven, corazón que no siente.

La vida, pues, no tiene futuro ni presente. Es sólo pasado enmarañado en la red neuronal que nos caracteriza. La movemos, revolvemos, masticamos, tragamos y vomitamos. Es nuestra vida y lo único que podemos hacer de ella es conocerla. No es un propósito, es un destino.