jueves, enero 31, 2008

27 entradas, publicadas por última vez el 03-ago-2007

Hay una muy buena razón por la cual no he escrito en tanto tiempo (como seis meses), pero la desconozco. Hay muchas otras malas razones que no han podido escapar de mi alcance: Pereza; falta de internet, ausencia mental, las existencias del Reguetón, Vivaldi y la nieve de chocolate amargo; la muerte de Pavaroti y, finalmente, una razón que de escribirla aquí se convertiría en una buena razón, lo que estaría en total desacuerdo con la tesis de este párrafo. Las paradojas no son agradables y alguna de ellas podría acabar con el univrerso como lo conocemos (viendo el lado positivo, ya no existiría el reguetón).. ... .... ..... . Increíble, pero esta computadora también tiene problemas con el framerate del editor de textos del blogger, jaja. Qué idiotez, ni siquiera puedo ver lo que estoy escribiendo; en este momento la palabra que está saliendo en la pantalla es "momento", lo cual no facilita pero para nada lo que estoy tratando de hacer.

Existen, por otro lado, siete razones por las cuales estoy escribiendo en este momento. El hecho de que las letras que estoy escribiendo tarden algunos segundos en salir en la pantalla no es una de ellas. De esas siete, 4 no tienen sentido alguno a menos que se pronuncien en Arameo antiguo y en este momento no tengo a Ricardo para que las traduzca por mí. De las 3 restantes, una no tiene sentido, la digas como la digas, y las otras dos son tan estúpidas que podrían demandarme por faltas a la moral de decirlas. Existe una octava, claro está, y no la mencioné desde el principio porque soy un rebelde sin causa (y sin remedio, he de agregar). Esta razón es muy simple: hoy presencié uno de los espectáculos de la naturaleza que pocos hombres tienen la fortuna de observar de frente y directamente y de ésos que, como el cometa haley y las buenas películas de hollywood, sólo llegan al menos cada 70 años, aunque por lo general tardan más. Este suceso que ha marcado mi vida para siempre fue un suicidio. Sin intentar ofender las sensibilidades de nadie, aclaro. Un suicidio siempre marca las vidas de queines lo presencian, definitivamente, pero el suicidio que yo observé es de un tipo tan peculiar que ni siquiera es estudiado en los cursos de psicología por falta de pruebas. En cambio, el estudio de dicho fenómeno ha sido relegado a los parapsicólogos, numerólogos, cristianos y tortilleras del centro; ninguno de ellos necesita evidencia alguna para creer fervientemente hasta en el más insólito de los presuntos acontecimientos. Lo interesante del suicidio del que estoy tratando de hablar, del cual, sin embargo, no he dicho casi nada después de algunos reglones, es que no fue una persona la víctima de sí misma, sino un ser que todos suponen es dueño de una felicidad crónica y cuya devoción por su trabajo lo caracteriza hasta en el más lejano de los parajes mundiales. Este ser es una pluma bic.
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En este momento estoy en la computadora de mi madre. La pobre no sabe lo que le espera, más que nada por el hecho de que eso de saber por lo general sólo se les da a humanos -a algunos humanos-. Probablemente lo sospecha, lo supone, lo deduce, lo calcula, pero realmente no lo sabe. Estoy cerca de darle kran (no, no me refiero a un impulso que causaría un incremento en el momento angular "intrínseco" de un objeto, como Ley Koo lo usa) y con esto espero arreglar este problema del framerate, reducir el tiempo que le toma hacer cualquier cosa y finalmente terminar con todas las guerras en el planeta, lo que inevitablemente nos llevaría a la tercera guerra mundial ya que son demasiadas las personas que no pueden imaginarse un mundo en paz y que prefieren usar su cuerpo para hacer el esfuerzo físico de pelear otra guerra que usar su mente para... cualquier cosa. A decir verdad, dudo que se arregle eso del framerate, pero al menos de que causo la tercera guerra mundial, la causo!

Lo único que me exaspera más que una computadora lenta es una viejita en una de las únicas 2 cajas abiertas en un supermercado con el carrito lleno y una insistencia necia en usar vales de despensa de los cuarentas que para su sorpresa y ligeramente más allá de su alcance mental, ya expiraron, así como exipiraron ya todos los que firmaron sus vales, los cajeros que se los dieron en alguna institución, los hijos de los cajeros y prácticamente todas las generaciones que en ese momento estaban vivas.

El día de hoy hice algo que jamás había hecho en Hermosillo (aunque varias veces en otras ciudades, por las que turisteo): entré a un café en el centro. Este café tiene un nombre que me llamó la atención, no por el nombre en sí, sino porque ya lo había escuchado muchas veces como una leyenda urabna del mejor café/bar en la historia del hombre y de algunas otras especies, superado solamente por un café que abrió solamente durante 10E-3 segundos y que era tan pequeño que solamente algunos tipos de quarks cabían por la puerta y la mayoría de los quarks en aquel entonces estaban demasiado ocupados con sus sueños utópicos de alcanzar la vida eterna mediante el viaje a la velocidad de la luz; pobres ilusos. El nombre de ese café estaba cuantizado, así que nadie nunca se lo aprendió. El otro café, el que está en el centro y por cuya entrada yo quepo perfectamente, incluso después de haber desayunado, se llama La casa de las Imágenes. Está frente a la machaca García Morales, que para sorpresa de cualquiera que haya visto el local, no está sobre la García Morales, sino por la Garmendia, que está a una cuadra de la García Morales. Curiosidades de la vida.

Intentaré, probablemente fallando magníficamente, subir unas imágenes que tomé en dichoso café. El café, según creo, fue reabierto después de que el dueño oringinal lo cerró y así permaneció durante algunos años. Realmente no sé si esté donde estaba el original y no sé si la tipa que parecer ser dueña (quizá sólo gerente) esté relacionada de manera alguna con el anterior, pero el café ahí está y los waffles que me comí estaban bastante buenos, además de que tuvieron la maravillosa idea de ponerle crema batida a un lado, lo cual lo convierte, utilizando las palabras ahora célebres de Paul Draggebo (croe que así se escribe), filósofo de nuestra era, filántropo y licántropo traductor nórdico, "this is the ultimate waffle experience", aunque cuando él lo dijo, en su infinita sabiduría y delirio matinal, se refería a los tacos que están sobre la Nayarit, esquina con una callesucha que bien podría ser la naranjo, pero igualmente "bien" podría no serlo. Son buenos tacos. Si vienes a Hermosillo y no tienes dinero para pagar el Xochimilco, ve a esos tacos; no es lo mismo pero es igual. El café que me tomé ahí, sin embargo, no estaba tan bueno.
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Cada vez que me preguntan qué he hecho con mi vida en las últimas T unidades de tiempo contesto, casi por reflejo, un insípido "nada". Obviamente en seis meses de ausencia de mi terruño querido he hecho un poquito más que "nada", pero mi respuesta es prácticamente una cuestión de principios, aunque en teoría es pura pereza y, en realidad no es más que algo debido al hecho de que pocas veces tengo acceso a mis recuerdos cuando quiero tenerlo. Por lo general la teoría y la práctica difieren un poco, muchas veces debido a redondeos y semejantes aberraciones, muchas veces debido a que ya sea el teórico o el experimental la caga (o ambos), pero yo diría que la mayoría de las veces la teoría y la práctica difieren ya que los físicos son tan malos en cuanto a sus habilidades comunicativas que cuando un físico y un experimental se sientan a discutir sobre un problema, el teórico está hablando de una cosa, el experimental de otra y el tema de la discusión no es, en realidad, ninguno de esos dos. El fenómeno más interesante es que la teoría y la práctica difieren abismalmente de la realidad. La razón de esto es clara; los físicos no tenemos ni la más mínima idea de lo que estamos haciendo. Los filósofos menos! Y los demás están tan ocupados tratando de entender sus vidas que no se dan cuenta de que es imposible y que mejor deberían dedicarse a la física. He hecho muchas cosas en estos últimos meses, y algunas de ellas son dignas de mención, pero la verdad es de que no me acuerdo de la vez que fui a la fiesta más aburrida de mi vida en San Luis sino hasta que estoy en una fiesta bien aburrida buscando un tema de conversación para que la presente no le quite el título a la anterior. No me acuerdo de la deliciosa sopa de tortilla que venden en un restaurán que bien podría llamarse la parroquia y, de hecho, creo que así se llama, sino hasta que me estoy comiendo unos chilaquiles. Lo curioso es que cuando como sopa de tortilla me acuerdo de aquellos chilaquiles que me comía en el hotel en el que nos metieron en la escuela de verano de la UNAM. Rocío los probó y dice que no estaban tan buenos; hay dos teorías para explicar esto: la primera es que en el año que transcurrió entre que yo los comí y que Rocío los comió un pato gigante se tragó de un jalón al cocinero de los chilaquiles, lo que indudablemente causó la muerte del animal y una pequeña indigestión al pato. La segunda teoría, más sencilla y de mayor impacto y aceptación en la comunidad científica, es que Rocío está mal.

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Por alguna razón todos suponemos que las plumas bic son muy felices haciendo su trabajo y quizá sí lo sean. A final de cuenta ante el contacto y frotamiento continuos contra un pedazo de papel (o la piel de una mujer, bajo ciertas circunstancias que no discutiré por ser de carácter privado y probablemente ficticio) expulsan su líquido vital el cual, dependiendo de la cultura personal de la persona a la que personalmente le preguntes, podría ser cerveza, agua, semen o tinta azul. Curiosamente la similitud se extiende un poco más allá. Si a cualquier persona perteneciente a cualquiera de las culturas antes indirectamente referenciadas se les termina el líquido vital, su utilidad ha sido terminada y su vida debería ser terminada también.

La pluma en cuestión, sin embargo, no era tan feliz como aquellas plumas felices que a felices chorros lanzan su feliz tinta sobre tu ahora-no-tan-feliz bolsa de la camisa, ni tan feliz como aquella pluma que pasó a la historia por ser la primera pluma que pudo volar; ésta fue, obviamente, la primera pluma que existió, cuando en un descuido (o intento de homicidio) al dueño se le cayó de la mesa. Mucho menos feliz es que la pluma a la que finalmente se le permite expedir cheques, aunque quizá ligeramente más feliz que la pluma a la que finalmente pescan tres días después en un frenesí imparable de cheques sin fondos. La pluma en cuestión no era tan feliz. Probablemente era bastante miserable, quizá debido a problemas económicos, quizá fue la vejez que la alcanzaba, quizá quiso ser la maquinita que pudo pero realmente nunca pudo lograr poder, quizá su novio, el borrador, se dio cuenta de que eran incompatibles y finalmente terminó con esa relación enfermiza, quizá era una pluma de la nueva generación con un prototipo de personalidad que salió mal, lo que causaba que, a pesar de tener un cerebro del tamaño de un planeta (o quizá no a pesar sino a causa de), estaba mortalmente deprimida. Quizá se dio cuenta de que no pertenecía a la raza más inteligente del planeta, como inocentemente pensó toda su vida, sino a la cuarta, precedida, en primer lugar, por los Ratones, luego por los delfines, en tercer lugar los humanos, luego los Gringos y finalmente las plumas. Sobra mencionar que las plumas no saben contar, por lo que sus frenesís de cheques sin fondos son muy comunes en estos días aciagos.

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Mis frecuentes incursiones por el centro se deben a que he estado tramitando la cédula profesional de la esposa de aquel famoso, célebre y carente de melanina filósofo de nuestros tiempos. Casualmente es mi hermana. Para mi desgracia esto ha involucrado muchas vueltas, en parte por mi idiotez, en parte porque el eje de la tierra está ligeramente inclinado. Para mi fortuna, la tipa que me ha estado atendiendo (no en el buen sentido de la palabra, para mi infortunio) tiene los ojos más adorables que he visto en un servidor público, especialmente los que tienen la mala suerte de tener que atender a los visitantes. Su cara en general es bastante agradable y parece ser más inteligente de lo habitual. De nuevo para mi desgracia en la vuelta del día de hoy, que promete ser la última, no estaba ella para recibirme y en cambio tuve que dejarle los papeles a un sujeto que de tener mayor confianza en sí mismo sería un pervertido sexual, degenerado en cualquier forma posible, pero que en realidad no es más que una persona que falla al intentar establecer contacto visual. En cambio prefiere platicar con sus ojos clavados fijamente en tus clavículas. De no haber ido a ese café que mencioné antes habría llegado como media hora antes y quizá la habría visto, pero no fue así.

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La pluma se encontraba en un escritorio en el archivo del estado, donde fui a legalizar el certificado de bachillerato de mi hermana. Estaba siendo totalmente ignorada por todos los presentes y siendo ignorada con particular esmero por el Borrador que ahora se había cambiado el nombre a Goma y estaba disponible, hecho que se aseguró de comunicar con obvias intenciones a los Lapiceros de punta retráctil. El resto no es más que chismes sin fundamento esparcidos religiosamente por los Cristianos, las características relevantes de los cuales mencioné unos párrafos atrás.

Yo la vi cuando estaba pensando. La vi cuando estaba llorando. La vi cuando se acercó al borde del precipicio sin fondo (aunque algunos podrían argumentar que sí tiene fondo y, más aún, que algunos seres de proporciones bíblicas caminan sobre él como si fuera el suelo que habitan...) con una liga amarrada al cuello. La vi cuando saltó y finalmente vi su cuerpo retorciéndose de dolor y asfixia durante unos segundos. Su vida había terminado. Mi vida había sido marcada.

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"Vuelve dentro de ..."

Después de que la burócrata de cara rechoncha y sonrisa ausente del archivo del estado vociferara esas palabras con unos papeles míos (o más bien de mi hermana) en la mano miles de cosas pasaron por mi cabeza, como cuando estás a punto de morir y tu vida entera pasa por tus ojos. En este caso, sin embargo, no vi reminiscencias pasadas, sino ilusiones futuras. Me vi escuchando el fin de la frase como "dos días para ver si ya está listo". Me vi yendo a los tres días (la puntualidad nunca ha sido mi fuerte) después para escuchar "no, todavía no, vuelve la próxima semana". Me vi diciendo "no mames...". Me vi comiendo unos tacos de cabeza. Las siguientes palabras que salieron de su hocico fueron, en su lugar "...cinco minutos. Me traes este recibo y te doy tus papeles".

Qué... mamada... 49 pesos te cobran porque la tipa le ponga un papelito verde al reverso del certificado y te lo entregue. Te hacen esperar en una salita por ahí durante 5 largos minutos (en los que podrías presenciar algo que te marque de por vida, claro está) y luego te hacen volver con el papelito que te dieron para poder entregarte tus papeles. Enserio... qué mamada. Era el único ahí y ella no estaba haciendo nada. Bien me lo pudo haber dado inmediatamente...

Fotos del café/restaurán La Casa de las Imágenes:




En fin. Voy por tortillas.