sábado, octubre 15, 2005

Lárgome

Pues me largo a Guadalajara. Iré al congreso para el cual Mónica y Silvana donaron su dinero (bueno, de los que participan en este blog). Muchas gracias, me aseguraré de no olvidarlas en el fin del mundo, cuando la tierra se convierta en agua y el agua en ácido.

Volveré el sábado no-sé-qué de Octubre... creo...

martes, octubre 04, 2005

DiosDios al servicio de la comunidad

.. de físicos, claro está!


No quieres apoyar nuestro viaje al congreso de física de Guadalajara al comprar un boleto para una rifa de un DVD sony (aún no sé el modelo, pero lo sabré pronto) por la módica cantidad de 20 pesos?

Si sí, deja un comment en este post o bien contáctame directamente. La comunidad de físicos te lo agradecerá eternamente (o hasta que el alcóhol y las ecuaciones de schrödinger estacionarias borren los recuerdos).

lunes, octubre 03, 2005

Título pendiente

Qué frágil es mi mente; aquí estoy, con una canción y un poco de soledad, abierto a cualquier estímulo y la canción me estimula. No me estimula a pensar, sino a amar. No es una canción de amor ni de amistad ni de jugo de naranja, pero me inspira amor por una mujer que no conozco y no quiero conocer y sé perfectamente que al acabarse la canción ese amor terminará, o al menos se esconderá hasta que la ponga de nuevo.

Su aroma en mi almohada significa algo... Ella estuvo en mi almohada, pero no conmigo ni cerca de mí, sino cerca de otra, pero no con ella. Su aroma en mi almohada se desvanece y eso me confunde; no sé si me siento triste porque mi único recuerdo de ella es el que dejó sobre mi almohada o feliz porque con éste se esfuma ese destello de culpabilidad que me azota cada vez que respiro su delicioso aroma y sonrío, como suelo hacer cuando respiro aquél de la que amo cuando no está la canción. Muchas horas de profunda reflexión he perdido tratando de resolver mi dilema, tratando de hacer que gozarlo sea algo totalmente bueno o totalmente malo, como es en una mala película de acción, pero nada he logrado y nada lograré. Primero se desvanecerá el aroma y yo estaré feliz de que el dilema se vaya finalmente sin haber tenido que resolverlo por mí mismo.

Me levanto de mi cama y quito esa canción; hoy no la quiero amar. Camino con una trayectoria periódica por un rato hasta que el hambre y el dolor de pies (quizá eso no fue un rato sino más bien una pequeña eternidad) me hacen detenerme y comienzo a pensar en comida. No, no es comida lo que quiero, al menos no de la que entra por mi boca y termina en el sistema de drenaje de la ciudad. Me visto rápidamente, sin mirar a los lados, y tomo sin cuidado alguno mi espada, o algo que bien pudo haber sido una de haber tenido mejor suerte. No, no tengo armadura para ponerme, sólo tengo mi remedo de espada sin brillo y sin filo que tan bien sirve para cortar mantequilla y galletas.

Salgo a la calle y me veo rodeado de luz, de soledad, de tristeza, de alegría y de un vendedor de crepas de dudosa procedencia (tanto el vendedor como las crepas). Oh dulce tormeto de sabores y colores, de olores y temores de ataques y raspones. Oh dulce crepa de dudosa procedencia deslizándose por mi no tan dulce garganta, la pobre acostumbrada ya a la dudosa procedencia de lo que por ella circula, feliz de recibir cualquier cosa, feliz, feliz, feliz... entre azules y rojos, verdes y pelotas, niños y aviones en los edificios, resortes y calvos, pepito clavando su eternamente largo clavito y perros de chocolate, ahí estoy yo, completamente enajenado con el efecto que sufro todas las mañanas por no querer gastar unos centavos más en comida de procedencia no tan dudosa... maldito sea el vendedor de crepas... no por vender sus extrañas crepas que bien podrían caminar si tuviesen patas, sino por venderlas tan cerca de mi puerta y tan cerca de mi estómago!

Despierto del sueño eterno de cinco minutos con el buen sabor en la boca de aquel niño que ha comido una golosina a mitad de la mañana, escondido de su madre y en complicidad con su padre pero con el mal sabor de boca del que ha comido algo que de haber caído al suelo pestilente de la ciudad antes de comérselo habría estado más limpio. Camino sin camino por un rato, ando sin dirección siempre en dirección tangencial, dando vueltas y vueltas y vueltas, saltando y rodando, rodando y saltando (me recuerda a mis tiempos de entrenamiento para voley ball)... brincando y corriendo, gritando y riendo... vomitando... me doy cuenta de que el efecto enajenante de la crepa aún no pasa y me siento unos minutos más para no herir a alguien con mis estupideces.

Con una música de orígen desconocido anunciando mi regreso del mundo de los idos, me levanto triunfante con fanfárreas y espantasuegras... fanfárreas?! De dónde vienen? Por un momento dudo que el efecto de la crepa malévola haya pasado, pero en mi desesperación me etrego a mis sentidos y voy hacia la luz... de los reflectores que también podrían ser una ramificación de tan delicioso postre a mitad de la mañana. Me acerco al ruido y me deslumbra la luz. Tanta luz, tanto ruido, tantos vendedores de crepas. Me persiguen acaso?! Y ahora que lo pienso... no es un poco anormal que haya tantos vendedores de crepas en la calle?! Hasta antes de ayer, cuando sufrí mi primer viaje de crepas, no había visto ningún vendedor de crepas y ahora hay más vendedores de los que puedo contar con mi pequeño ábaco portatil que ninguna función en particular tiene pero sin el cual no puedo dejar mi casa. Realmente es un ábaco de juguete que compré hace algunos meses en la plaza, así que no es una gran sorpresa que haya más vendedores de crepas que lo que mi ábaco de dos cuencas puede contar...

-Continuará