domingo, mayo 03, 2009

La belleza de enseñar matemáticas (!)

Como muchos sabrán, soy maestro de matemáticas en una secundariucha de paga en San Luis. Quien haya escuchado de esta escuela, habrá escuchado pestes sobre ella y yo, como maestro de ahí, tengo la obligación... NO, el PLACER de confirmarlas todas.

Tengo la teoría de que los niños me ven como un oso de peluche de tamaño más-que-natural y por ello me aman. Enserio, los niños me aman. Siempre ha sido así y aprendí a vivir con ello, incluso disfrutarlo (ahem...). Por esto, siempre que me atrevo a estar parado por ahí en la escuela sin hacer nada se me TIENE que acercar un grupo de pequeños monstruos, algunos que ni conozco, a platicar conmigo, reirse conmigo, jugar conmigo o simplemente a VERME de cerca. Quizá algunas mañanas se me olvida quitarme los changos de la cara. Pinches changos que se me trepan (a la cara, genitales apuntando hacia afuera, lo juro) durante la noche.

Los niños tienen su encanto (y no me refiero a la vara de la justicia) porque tienen una mente sencilla y relativamente aislada del mundo "real", o sea el mundo asqueroso de los adultos amargados que pagan los servicios y ven domingo televisión. Me divierto diciéndoles tonterías y con las tonterías que me dicen.

Quizá nací para hacer este trabajo. Quizá sólo lo hago para comer niños (si te comes a los malos estudiantes, el director no te dice nada). Quizá sólo lo hago por la gran remuneración económica propia de la profesión. Quizá lo hago porque me gustan las matemáticas. Quizá -y esto es lo más probable-, sólo lo hago porque no tengo nada más qué hacer que no me haga querer sacarme el alma por los poros del revés de mi mano izquierda. El punto es que lo hago.

Mis alumnos son un asco. Enserio. Cuando llegué a esa escuela, no distinguían un número negativo de un enema, ni una fracción de el segundo estado cuántico de un electrón en un átomo de helio. De alguna manera de las arreglaron para pasar año tras año sin siquiera saber que 10-10 es igual a cero, independientemente del signo zodiacal en el que el papa actual nació. No saben que una fracción es más que un instrumento de tortura espiritual creado por los adultos en el poder para chuparles la alegría de la vida... entre otras cosas (Que chupan). No entendían que cualquier número multiplicado por 1 no crea una implosión en una estrella de Andrómeda, causando que los números negativos se vuelvan positivos, los positivos se vuelvan Coalas y los Coalas dejen de existir como los conocemos. Mucho menos tenían idea alguna de que un número multiplicado por cero no altera el sentido de rotación de la tierra -haciendo al péndulo de Foucault una irregularidad literaria-.

Estoy muy orgulloso de que después de sólo seis meses de clases (o algo así), ya saben que los Coalas no dejan de existir (a menos que dividas entre cero). Mis alumnos están aprendiendo tan rápidamente. Ahorita la mayoría ya me puede contestar con relativa facilidad cuánto es doscientoscincuentaydosmillonésimas menos doscientoscincuentaydosmillonésimas, entre tres. Algunos todavía me dicen que vale aproximadamente tres enemas, +- dos Coalas por errores de redondeo.

Y uno espera que si no son buenos en matemáticas, sean buenos en algo más. Que algún conocimiento, de alguna materia, se les quede en ese montón de paja mojada que cariñosamente llaman cerebro. Lo que uno esperaría, como siempre, no se cumple. Con ciertas excepciones, no son buenos en nada... NADA. Los que son buenos en algo -excepciones, pues-, son apenas un poco más que mediocres. El resto, obviamente, aspira a ser mediocre después de mucho esfuerzo en la universidad.

Por si esto fuera poco, mi fe en las matemáticas es casi inexistente. Más allá de la aritmética, cualquier enseñanza de matemáticas es tan inutil como unos zapatos para correr en las paraolimpiadas. Muchos argumentan que aprender matemáticas te ayuda a desarrollar pensamiento crítico, lógica y malabarismo. Claro, en teoría es así. Si se les enseñara a pensar en matemáticas, a comprender los números, a trabajarlos de manera adecuada, etcétera, entonces tendrían razón en que les están enseñando algo útil, pero bajo el esquema actual de las cosas sólo se les enseñan procesos mecánicos para resolver (palabra que no comprenden realmente) sistemas artificiales de ninguna aplicación práctica.

Luego me pongo a pensar... de qué les sirve a los imbecilitos aprender a resolver sistemas de dos ecuaciones con dos incógnitas? Yo, como persona que aprendió a ver la vida en términos de ecuaciones, he utilizado esa habilidad en muy pocas ocasiones y siempre ha sido sólo por el afán de utilizarla, no porque sea en realidad necesaria.

Yo me imagino que los que diseñan estos cursos de matemáticas están pensando en algo como esto:



(la imagen se ve cortada. Con un click se abre completa, la muy zorra)


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Necesitamos disparar nuestro rayo superdestructor a este planeta lleno de invasores malignos que quieren invadir la Tierra, pero nos estorban estos otros planetas. Si tan solo supiéramos cuánto vale el ángulo inscrito que corta a estos dos puntos cuyo arco es de 50°...
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Si entendiera las leyes de los exponentes, podría calcular la probabilidad de que un hijo con mi hermano me saliera deforme...
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-Hola nena... noté que la segunda derivada de la superficie de tus pechos es deliciosamente negativa... te parece si bailamos?
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Explicarle a un niño de 12 años que está aprendiendo matemáticas para poder calcular la probabilidad de tener consecuencias catastróficas por su futuro -e hipotético- incesto puede ser una labor más complicada y futil que enseñar matemáticas en sí, así que por ahí no va la cosa.


Luego la maestra de matemáticas que le daba (matemáticas) a primero fue atacada por terodáctilos explosivos -o se fue a Canadá, siempre me confundo- y me dieron el grupo de primero de secundaria. Ese grupo es sencillamente genial. Los niños son lindos, amables, graciosos y no avientan los casilleros por la ventana. Todos en ese grupo me caen bien y todos están dispuestos a aprender e incluso, en ocasiones especiales y bajo cuidadosa supervisión, a pensar. Son simple y sencillamente mi grupo favorito y lo que es más, los temas que se dan en primero no son tan asquerosamente abstractos como para carecer completamente de sentido.

Entre la niña sumamente inteligente de mirada baja y sonrisa coqueta, el niño ligeramente afeminado que aprende muy rápidamente, la niña más hermosa del mundo (tanto que si algún día tengo una hija, sería genial que se pareciera a ella (no hablo del físico)), un duende que se coló al salón, un niño sarcástico, amargado y divertido, otro con un humor muy parecido al mío (tan afortunado él) y una niña que creo que me ve como una figura paterna, me divierto mucho en esa clase. Estos animalitos sí aprenden y hasta podrían, en un futuro lejano y con algo de suerte, no ser mineros de carbón en un país tercermundista de los gachos.

A pesar de todo y de todos, odio dar clase de matemáticas. Estoy convencido de que bajo el esquema actual de la enseñanza y mientras me exijan cubrir ciertos temas idiotas, es imposible enseñarles a pensar y a entender. Sólo se les puede enseñar a hacer. Son como arañas de maquiladora que soldan hilo con hilo, sin saber por qué va el siete con el cinco ni el cuatro con el tres.

Sinceramente espero no volver a dar matemáticas a este nivel a menos que me den un grupo al que le pueda exigir como los esclavos sin valor que son, para que piensen, no para que hagan, que digieran, no traguen; que desarrollen el pensamiento crítico, no pectorales de acero.

Las matemáticas no tienen sentido sin la vida diaria y mucho menos si tienes pectorales de acero.




Alguien alguna vez sugirió que (!) fuese el signo para el sarcasmo en el lenguaje escrito.